Valorar a las personas de acuerdo a la sus diferencias raciales es una práctica antigua, injusta, ilegal y sobre todo reflejo de poca educación. Pretender que hay algunas personas mejores o más apreciables por sus rasgos físicos, es una forma cruel de intolerancia.
Aceptar las diferencias y comprender que otros tienen el mismo derechos es el principio del respeto y la mejor forma de proyectar la paz y las buenas relaciones.